El Papa y China, en un debate de alto vuelo
Dang Dai organizó junto con la Casa de la Cultura China en Buenos Aires una mesa con expertos para presentar su última revista, cuya nota principal aborda el posible acercamiento entre el Papa Francisco y China: el sociólogo y director del CEIL/Conicet Fortunato Mallimaci, autor de numerosos libros y textos sobre religión, sociedad y Estado, y quien como parte de los convenios entre el Conicet y la Universidad de Shanghai ha discutido en ese campus y con dirigentes chinos tales temas; el sinólogo Jorge Malena, director de la tecnicatura de estudios de China Contemporánea de la Escuela de Estudios Orientales de la USAL; y el ex embajador argentino en el Vaticano y jefe de gabinete de Cancillería argentina cuando se firmó la Asociación Estratégica con China, hombre muy cercano al Papa, Eduardo Valdés.
Este último se esperanzó con que el primer papa argentino visite China “este mismo año o en 2018”, en el marco del acercamiento entre los estados del Vaticano y de la RPChina. Malena trazó algunos puntos precisos sobre qué fórmulas podría tener ese restablecimiento de relaciones. Y Mallimaci hizo eje en puntos de tensión históricos en el catolicismo y en su relación con la política. Los tres, repasando aspectos históricos y sociales tanto de la propia China como de su creciente involucramiento en las cuestiones globales.
La reunión fue el miércoles y fue amenizada por la joven intérprete china Yana Yuan, quien estudia en la Universidad de Buenos Aires un posgrado en Gestión Cultural. Tocó el guzheng (un instrumento chino típico) la obra clásica La Montaña y las aguas (高山流水).
Ya en el panel de debate, Mallimaci dijo que la cuestión religiosa es de enorme actualidad en el país asiático, que tiene presiones islámicas en su occidente, budistas y tibetanas en el sur o pentecostales desde Corea, dijo, en tanto la irrupción del comunismo triunfante en 1949 erigió una posición de ateísmo oficial en el Estado. “Si establecemos relaciones con el Vaticano, ¿qué catolicismo vendrá a China?”, contó que preguntaban, entre otras cosas, los dirigentes y académicos de Shanghai, asimismo interesados en el cristianismo latinoamericano.
Respecto de la Iglesia nacional católica china (aceptada por el gobierno) señaló que replica otros modelos como tuvieron o tienen Rusia, Cuba, Hungría, y que el Vaticano es consciente de ello. Al repasar los últimos papados, indicó que el anterior Ratzinger, con una “Iglesia católica en profunda crisis”, buscó fortalecer y recuperar tradiciones, por lo tanto “ni se le ocurría tender un puente hacia China”. Su renuncia, un hecho minimizado y al que calificó de impresionante para la historia de la Iglesia, puso en su lugar a un Papa “totalmente diferente” que enfrenta esa crisis, “aun con tanta complejidad como ser él jesuita (y no hay un solo tipo de jesuita) y tener un vocero del Opus Dei; o cambiar de colaboradores porque en la Curia romana se encuentra con pedófilos, corruptos, etc., pero enfrentando esa crisis con otra perspectiva: mirando desde los pobres y desde el Sur”, tema también planteado por Valdés. Para Mallimaci, la política del Papa puede resumirse en su idea de “geopolítica de la misericordia”.
Recordó que cuando Jorge Bergoglio viajó el año pasado a Corea del Sur reconoció su deseo de visitar China, y que tiene ideas coincidentes con la estrategia de Beijing, como “el respeto a la realidad multipolar” y el rechazo a las teorías de Samuel Huntington sobre “guerra de civilizaciones”. El que hace la guerra y el terrorismo, dijo el investigador, siguiendo al Papa, es el dinero, y sus intereses. De ahí que, agregó, uno de los sectores más reaccionarios y “enemigos” de Francisco sean los “teo-con” estadounidenses, el ala religiosa fanática de los “neo-con” o neoconservadores. En especial, de su intención de acercarse a China.
Jorge Malena recordó que el conflicto Roma-Beijing comenzó cuando, tras la instalación de la República Popular en 1949, el maoísmo estableció que los ciudadanos chinos no pueden ser leales a otro Estado (el Vaticano lo es) que no sea China, además de rechazar injerencias de un poder extranjero en las cuestiones chinas. La Nunciatura se había quedado en Beijing luego de la Revolución, pero un entredicho con Mao forzó su mudanza a Taipei en 1951. Por eso desde entonces hay una iglesia nacional aceptada (la Asociación Patriótica Católica China) y otra que responde a la Santa Sede, que no puede designar a sus obispos y representantes.
Dijo que la iglesia nacional china, fundada en 1957, tiene unos 7 millones de fieles, 79 obispos, 2.200 sacerdotes, 5.200 monjas y 800 seminaristas, en tanto la no reconocida, pero sí por Roma, albergaría a unos 5 millones de creyentes católicos.
Francisco y el presidente Xi Jiping, que curiosamente, recordó el catedrático, asumieron sus cargos el mismo día de marzo de 2013, podrían tener una agenda de acercamiento similar a que en 1972 iniciaron Estados Unidos y la RPCh y que derivó en el cambio de reconocimiento de Taiwán por la China comunista en la ONU y, a partir de entonces, en la gran mayoría de naciones. Si bien el Vaticano es hoy uno de los 22 países que reconocen al gobierno taiwanés, ello podría no entorpecer el proceso de acercamiento a Beijing en forma gradual y “ganándose confianza mutua”. Ya en 2010 un obispo de la iglesia no reconocida por las autoridades chinas fue elegido por la Asociación, y en el homenaje por los 400 años de la muerte de Matteo Ricci (el jesuita que abrió las puertas de China para Occidente y está enterrado con honores en Beijing) el embajador chino en Italia fue a los actos, como señal de acercamiento. Ello no quita, señaló Malena, que haya “cuarenta obispos y sacerdotes presos”.
Como fórmulas posibles, recordó que en Argentina el concordato de 1966 estableció que los obispos y arzobispos serían elegidos por Roma pero con aceptación posterior de Buenos Aires, si no había rechazo, y que desde entonces son ciudadanos argentinos. Otra vía posible, dijo, podría asemejarse a la fórmula aceptada para la recuperación de Hong Kong y de Macao por parte de la RPCh, tras décadas de colonialismo europeo: “un país, dos iglesias”, sería en este caso, propuso.
El Vaticano, dijo más adelante, con unos 1.300 millones de fieles, casi la misma cantidad de habitantes de China, enfrentan desafíos similares como la lucha contra la corrupción, contra los extremismos “religiosos”, el cambio climático o los enfrentamientos entre países. “Un acercamiento traería beneficios a todos”, concluyó.
De ese puente de soluciones habló sobre todo Valdés, cuya embajada en Roma coincidió con los tres primeros años de Papado de Francisco. “Es un hombre que propone puentes mientras otros como el presidente de Estados Unidos Donald Trump propone muros. “Estoy seguro de que Francisco irá a China. Es el último puente que le falta construir en un mundo de muros”, dijo, evocando sus gestiones en Armenia, en Rusia, en la propia Europa a favor de los refugiados, en África, en el acercamiento EE.UU.-Cuba, en el proceso de paz en Colombia o en el diálogo entre gobierno y oposición en Venezuela. “Acercarse a China serviría además para intentar un reencuentro entre las dos Coreas, otro peligroso conflicto pendiente”, afirmó.
Valdés fue un funcionario clave en los viajes que intercambiaron en 2004 los presidentes Néstor Kirchner y Hu Jintao, que fundaron la Asociación Estratégica bilateral. Recordó esas gestiones y también las que, desde Roma, se esfuerza en hacer el Papa para “mirar desde los pobres y desde el Sur” un escenario de paz amenazado por el neoliberalismo y el terrorismo del dinero.